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12 agosto, 2010

3 comentarios:

  1. Autorretrato Nº49


    El autorretrato. La dimensión narcisista de la transferencia


    Elsa Rappoport de Aisemberg (coord.).Ana Bustamante, Hilda D'Aniello de Calderón, Isabel Eckell de Muscio y Patricia O'Donnell


    En general se rodeaba de amantes peligrosos. En 1967 se enamora de George Dyer, figura muy importante en su vida y a quien pintaba de manera obsesiva. En 1971, Dyer se suicida, en la víspera de la inauguración de una importante retrospectiva de la obra de Bacon en Paris; el artista quedará signado por esta muerte, a la que tratará de elaborar a través de la pintura. Su vida estuvo teñida por el alcohol, sus amores, el juego y la muerte, tema que impregnó su obra. Sinclair (10), refiriéndose al pintor, decía: "que la muerte podía ser contraatacada mediante el arte, tal y como habían hecho los egipcios. Habían intentado derrotarla dejando imágenes a su paso y lo mismo trataba de hacer él".

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  2. El arte de Bacon da cuenta de su historia, como es habitual: él mismo, sus amantes, sus amigos, son objeto de su creación. Pinta el drama humano, lo rodean numerosos suicidios y muertes, estando él mismo en situación de riesgo por su adicción al alcohol. Una de sus frases era: "el hecho deja su fantasma". Pintaba sus autorretratos y explicaba que después de la pérdida de personas queridas sólo le quedaba su propio rostro, a pesar de que éste le inspiraba un rechazo total. Sus obras están marcadas, como señala Milan Kundera (11), por llegar a los límites de la distorsión del yo.
    Esta pintura no pertenece sólo al campo de la representación, sino que evoca la sensación, porque intenta enfrentar al espectador con una carne abierta que podría ser la suya. Este arte es provocación y espejo, proclama la amenaza de muerte en la propia carne del observador. Bacon coloca vidrios sobre algunos de sus cuadros, suponemos, con Anzieu (12), que es con el objeto de que aquel que los contemple también se mire en ellos y reconozca, a la vez, el retrato y su propio rostro reflejado en él.
    Al pintar, Bacon hace sensible intensos afectos a través de la imagen, logra que emerja un dolor profundo primario tanto en el cuadro como en el espectador que lo contempla, lo cual produce un rechazo visceral. Transmite el dolor que se empeña en representar. (Pensamos que remite al desamparo infantil del niño frente a la angustia que genera el vacío de respuesta del rostro materno.) Insiste en deformar la cara humane significativamente; podemos también entender sus pinturas como un esfuerzo en ser vista, en ser reconocido creativamente en la mirada del otro. Compartimos la observación de Anzieu acerca de que las pinturas de Bacon generan en el espectador un impacto tal que producen un estado de anonadamiento ante el cual cuesta recuperar la lucidez. Las deformaciones que produce en el cuerpo humano: los cuerpos desgarrados; las bocas como fauces que son un grito desesperado y, a la vez, muestran características devoradoras y agresivas; Los ojos como cavidades huecas y deformadas. Esas figuras en el límite de lo humano muestran, según Anzieu (11), "aquello que ocurre con la imagen de nuestro propio cuerpo cuando el otro nos devuelve un reflejo opaco de él, desinvestido, inconstituyente, el yo piel no envuelve y el interior al que retiene insuficientemente amenaza con desbordarse". El yo piel no envuelve bien el interior de la figura, no lo retiene suficientemente, hay amenaza de desborde: que el continente deje escapar el contenido.

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  3. Capitán Zanahoria12 de agosto de 2010, 10:20

    Bacon nos obliga, nos impone que lo miremos, logra ser mirado por nosotros como seguramente nunca lo fue antes, nos pide quizá que le devolvamos procesados, sin aterrorizarnos, todos los contenidos de espanto, de "terror sin nombre" que habitan su psiquismo. Tal vez saber que iba a ser mirado contribuyó, junta a su extraordinaria creatividad y capacidad sublimatoria, a salvarlo del derrumbe. Así, el artista relate en una entrevista (9), refiriéndose a los autorretratos: " [he hecho tantos porque] la gente cercana a mí se ha estado muriendo como moscas y no me quedaba nadie a quien pintar salvo a mí mismo". Luego agrega: "odio mi propia cara y he hecho autorretratos porque no he tenido a quien pintar". Realizaba esta tarea mirándose en el espejo o utilizando fotografías de sí mismo. También, cuando pintaba a otros, prefería hacerlo empleando una imagen, ya que valoraba trabajar sólo con la memoria. En este proceso de recordar, las imágenes plasmadas en la tela aparecen con importantes distorsiones, y él dirá que éstas son vividas por la gente como injurias, por ello prefiere no hacerlo frente a otros, remarcando que si bien a nivel de la ilustración es un daño, no es así para su concepción artística.
    Bacon amaba el desorden, la atmósfera caótica de su estudio le sugería imágenes. En abril de 1945, un mes antes de la rendición nazi en Berlín, Tres estudios de figura junto a una crucifixión estaba expuesta en la Galería Lefebre junto a obras de otros destacados artistas.

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