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14 abril, 2009

6 comentarios:

  1. No uno sino que varios.



    La aventura de la modernidad nos ha legado una constelación de obras extraordinarias, donde los riesgos inventivos se sucedieron de un modo vertiginoso. Fuera de toda sospecha, hoy día sabemos que el artista moderno logró alzarse en su autonomía de vivir y pensar el mundo como mejor le pareció. A pesar de los horrores e incertidumbres de nuestro siglo, el artista moderno se impone un paso, un ritmo propio, y desde ese espacio de conciencia ganado, porque está seguro, convencido que es desde él mismo que emana la posibilidad de una creación, avanzó para siempre hasta agotar la última forma posible.

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  2. 1. Hace unas semanas atrás estuvo de visita en nuestro país, el artista chileno perteneciente al grupo Signo, Claudio Bonati que vive en España y en un seminario, parecido a este, que dio en la Universidad de Valdivia relató, según me cuenta un amigo, una historia que data de la época de su llegada a Madrid, estamos hablando de 1973, 1974, y dice lo siguiente:

    “El dibujante chileno Fernando Krhan, entregaba regularmente obras a una galería, y no le iba mal. El problema era la no conformidad con el tipo de trabajo que realizaba para vender, ya que sus inquietudes artísticas eran otras también. Y un buen día inventó a un pintor para poder realizar otro tipo de creación, totalmente diferente en donde él, como nuevo personaje podía explorar otras maneras de llevar a cabo una realización pictórica. Al cabo de un tiempo se propuso inventar a otro artista aún más audaz. Sucedió que el galerista se fascinó con esta última obra del recién llegado y misterioso autor, y empezó a pedirle más y más trabajos. Krhan que pasó a ser el representante de su propia ficción se cansó y sobre todo molesto también de este artista que vendía todo y que además estaba pronto a realizar una exposición individual, cosa que el no había logrado jamás siendo él mismo. Ante la encrucijada de tener que presentar al artista exitoso en sociedad, Krhan, el "real" fabricó un accidente en Suiza, Ginebra, en donde hace fallecer a este pobre hombre.

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  3. 2. Hoy día conocemos pero no muy bien, al artista del presente ese que llamamos contemporáneo, un personaje difícil de descifrar desde ya, por la cantidad de tipos distintos de artistas que existen en el universo del arte.
    Un individuo que encarna en si mismo la multiplicidad. Un término exacto sería, como lo sugiere Paul Ardenne , el artista proteiforme. Un multi-tipo. En la ocurrencia, el que en su vida o su carrera, asumirá distintos roles, formas de avocarse al trabajo, actitudes que marcaran una etapa especifica de su obra, un ser refractario, solitario, a veces militante asumido, sin temor al fiasco pero con altas probabilidades de ser mimado por el sistema, “la maquina del arte”. Un artista en resumen, esencialmente de nuestro tiempo contemporáneo. Argumentando irónicamente, podríamos señalar al artista actual como, el artista tipo, representante finalmente de todos los tipos de artistas de nuestro tiempo. Pero en definitiva estamos hablando de un personaje errático y lucido a la vez, que tiene, no siempre, un manejo y comprende las recetas dejadas por los extraordinarios modernos, y que muchas veces a pesar de aceptar la diversidad de mundos estéticos y posiciones, “fantasmea” con una obra universal, que pueda por fin recepcionar el sentido buscado por el artista a través de su obra. Por último, el sabe que el arte ha cambiado profundamente, que el artista es otro, que la realidad le es adversa, a pesar que las apariencias hablen de lo contrario, el artista mas que nunca puede ocupar indistintamente el primer y último escalafón social del complejo sistema del arte.

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  4. 3. Una de las características que podemos verificar de un tipo específico de artista de nuestro tiempo sería la de un escepticismo irónico en la creencia de que el arte pueda ser portador de algún tipo de cambio significativo en la ya compleja realidad y donde el artista es parte integrante. Cultivando esta teoría, el artista belga, Marcel Brooathers, inventa su propio museo llamado de las Aguilas y donde coloca todas sus obras personales, presentándose como una posibilidad de realización de la vida de un artista por cuenta propia, sin la necesidad del sistema institucional que lo rodea. Ficción y realidad se compaginan en una posibilidad de re-experiencia. Brooathers inaugura una nueva posición de artista que enuncia lapidariamente: “que de una vez por todas el arte deje de ser importante.”

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  5. 4. El artista suizo Gilles Barbier, hoy día conocido en el mundo internacional del arte, cultiva un gusto deliberado por la incertidumbre. De apelación de artista banalista, Barbier dijo alguna vez, en una entrevista a art press sentirse identificado con el trabajo que realiza el repartidor de cartas, el cartero. Porque su labor no requiriendo un plazo o un objetivo preciso a alcanzar, lo dispensaba del agobio de un cumplimiento ligado al desarrollo de un trabajo que le demandaba una elaboración de sentido. Día tras día el cartero se traza un recorrido, un camino, todos los días reparte un número determinado de cartas, el relevo está asegurado para mañana, porque siempre habrá una nueva carta que entregar. Estamos tranquilos. Barbier por aquella época estaba dedicado a la realización de un trabajo parecido: la copia de la enciclopedia universal, pero a una escala mayor de 200 x 120 cm. cada página. Mas tarde alguien argumento que el formato le daba mas comodidad visual y la posibilidad de extender el trabajo por mas tiempo aún. Un trabajo sin un plazo fijo, al igual que el del cartero, dispensarse de la imposición que tiene el artista de producir sentido, inventar algo. “ Me agrada la idea de tener un día por delante tranquilo, con un horario, entrar a mi taller a las nueve de la mañana, salir a las seis de la tarde , a veces con la posibilidad de hacer horas suplementarias si lo deseo, o tener de pronto, derecho a huelga, en fin.”

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