Me vine a dar una vuelta por el día a Tunquen, justo antes de mi partida a España. Me a acompañado Camila, ella es adorable. Salimos a caminar un rato largo por los desfiladeros rocosos tan típicos de este magnifico litoral. En un momento que Camila se quedó tendida en la arena leyendo fascinada el “Viajero del Siglo”, yo me aparté pensativo y me fui a mirar las olas voluptuosas desde lo alto de un peñón abrupto. Pensaba en lo importante de este viaje a España, Tal vez la exposición mas importante que voy a realizar , en un museo emblemático del arte contemporáneo, y seguramente el montaje quedará perfecto, así lo espero. Todo parece tan apacible en este momento casi sublime, estamos a media tarde y la luz es de una transparencia inaudita. De pronto me abruma una calma dulce que rápida y fugaz el viento se la lleva, Todo parece indicar que las cosas van por un camino amable y placentero y sin embargo, una tristeza profunda no cesa de inundarme.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Me vine a dar una vuelta por el día a Tunquen, justo antes de mi partida a España. Me a acompañado Camila, ella es adorable. Salimos a caminar un rato largo por los desfiladeros rocosos tan típicos de este magnifico litoral. En un momento que Camila se quedó tendida en la arena leyendo fascinada el “Viajero del Siglo”, yo me aparté pensativo y me fui a mirar las olas voluptuosas desde lo alto de un peñón abrupto. Pensaba en lo importante de este viaje a España, Tal vez la exposición mas importante que voy a realizar , en un museo emblemático del arte contemporáneo, y seguramente el montaje quedará perfecto, así lo espero. Todo parece tan apacible en este momento casi sublime, estamos a media tarde y la luz es de una transparencia inaudita. De pronto me abruma una calma dulce que rápida y fugaz el viento se la lleva, Todo parece indicar que las cosas van por un camino amable y placentero y sin embargo, una tristeza profunda no cesa de inundarme.
ResponderEliminar¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
ResponderEliminarHay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.
Jaime Sabines