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13 octubre, 2009

3 comentarios:

  1. O bien el artista es, en la edad contemporánea, una figura en crisis, incapaz de ser estable, de definirse en términos de posición, figura sometida desde entonces a la variabilidad y a lo errante en términos de actitud: un artista que no será en adelante jamás el mismo sino, mas bien, un efecto de la época, un accidente. O bien el artista encarna ese optimus de la representación intima donde vendría hacer prueba su capacidad para adoptar una apariencia proteiforme: un despliegue, una multiplicación de la figura haciendo del artista un personaje omnipresente, activo sobre todos los frentes, apto a ocupar cualquier lugar sobre el escalafón social. La respuesta a esta doble interrogación, deliberadamente, se quisiera reservada: en la ocurrencia, la multiplicidad de situaciones, que no tiene igual que aquella de las estrategias, prohíbe tranzar.

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  2. Avanzando a contra pie de la designación unitaria, la nomenclatura de posiciones artísticas contemporáneas clama por una diversidad en expansión. Inclinación humana de la indecisión cultural posmoderna, el multitipo triunfa.

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  3. Artista para sí, artista para los otros, artista de vocación universal, artista trabajando en grupo, artista disimulado detrás de una sigla..., la gama es vasta, de las posiciones repertoriadas que consigna la edad contemporánea del arte. Esta lo es, aun mas, en posiciones posibles: un artista, en su carrera, adoptará en la ocasión varios tipos de posiciones, adhiriendo de manera durable o pasajera a un modo de trabajo especifico (numerosos artistas transitando por Fluxus, entre los cuales Beuys). La consolidación de teorías postmodernas, a contar de fines de los años setenta, teorías generadoras de actitudes que legitiman lo movedizo y se estétizan en un proceso de variación continua de formas elegidas, inclusive actuaran a la tendencia el rol de acelerador, en el sentido de una fragmentación siempre creciente.

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