Si la modernidad, a mínima, puede ser definida por la cultura del riesgo, la “post modernidad” supondrá al contrario el duelo del riesgo. Duelo, entendámoslo bien, de todo riesgo cualquiera sea este, que se comprenda como lo nuevo a todo costo o como la búsqueda, siempre aleatoria, de la utopía. Para el artista de la edad contemporánea, en efecto, el riesgo parece una vieja, muy vieja historia. ¿Últimos riesgos artísticos? Piero Manzoni metiendo sus excrementos en conserva ¬ al menos eso es lo que pensamos ¬ y, por haber hecho pública su Merda d’artista, exponiéndose a un proceso? La Monte Young encendiendo un fuego en público para difundir el ruido en un micrófono (Composición nº 2, 1960)? Charlotte Moorman en concierto-acción, tocando el violonchelo con los senos al desnudo, el cuerpo forrado en un plástico transparente (Ópera sextronique, con Nam Jun Paik, 1967), postura que le valdrá dificultades con la policía? Chris Burden a comienzos de los años setenta, con Shoot, haciéndose disparar con una carabina, o también 747, acción durante la cual descarga un revolver tirando sobre un avión de línea aérea? Marina Abramovic con Ulay, en Light/dark, abofeteándose hasta el cansancio? Las locuras de Johannes Baader, de Arthur Cravan y de los surrealistas, muchos años antes, parecen ya nutridas de una subversión tal... Si modernidad y post modernidad divergen sobre un punto, es al menos éste: la parte de riesgo, dinámico, moderno, se conmuta con la edad contemporánea en nostalgia del riesgo. (6) Esta nostalgia toma la forma
Conocí, brevemente, a una persona que aplicó otra táctica en el arte de fumar de otra manera, esta consistía en dejar de fumar todos los días del mes salvo el último. Ese día lo dedicaba casi completo solo a fumar, logrando consumir alrededor de 120 cigarrillos en 17 horas si era en semana y 170 cigarrillos en 20 horas si era fin de semana. En tiempos normales de fumador habitual consumía cajetilla y medía diaria, lo que en definitiva arrojaba, de lejos un consumo mayor. Pero lo mas significativo era el sistema establecido que permitió este logro. Una suerte de estrategia de la retención del placer de fumar administrado por una espera deliberada, que a medida que se acercaba fin de mes crecía en emoción. Esta emoción suscitada por la espera, me atrevo a pensar, es precisamente el momento de mayor sentido, la crispación insostenible de los últimos días, antes del desenfreno orgiástico de humo, revela la dimensión inagotable del hombre del presente a la búsqueda de una forma que confirme su existencia.
quiero hablar contigo, podemos vernos? cuando y donde ya te diré No te preocupes, sabras como encontrarme, acuerdate de mis señales, son siempre tan particulares.
queramoslo o no, esto va a suceder, lo importante será tener presente que esto es solo una locura pasajera y que ocurra lo que ocurra, tendremos que ser fuertes.
Querámoslo o no, esto pasa a diario, es un lugar ya no común, sino universal, pero además, aplastante, si puedo decirlo, porque se pierden las posmodernas ganas de ser fuerte cuando ni siquiera hay utopías generadoras de sentido que insuflen -precisamente- fuerza a esas ganas de ser fuerte.
Respecto del arte del fumador(a): conocí el experimento de un ratón al que se situaba lejos de un trozo de queso. Se le iba acercando de modo progresivo y controlado, y su momento de mayor euforia era precisamente el momento antes de alcanzar el queso. Perdón la banalidad, pero creo que, después de todo, la euforia es algo tan animal. ¿Merecerá que la rotulemos como búsqueda?
Claro, es como querer aprender a tocar guitarra después de los treinte o cuarenta, las ganas posmodernas de querer hacer algo, no solo ser fuerte sino esa necesidad impenitente de desmarcare y sentirse que existes y que estamos lejos de haber agotado todas las posibilidades, como algunas niñas increiblemente guapas y que a pesar de todo se hacen un lindo tatuaje. veamosnos o no?
Claro: la fe, esa insolencia. Esa insolencia que l@s dementes reivindicamos una y otra vez. Junto a las ganas de aprender a tocar un instrumento o muchos. De oír un piano y cantar a Ella o a Ellis, a Edith o a Caetano. De reafirmar, cantando con Creuza, que "a minha casa vive aberta".
Y sobre lo otro: ¿Le pedimos al fumador de la historia que haga señales de humo por nosotros el último día del mes?
supongo que no, pero si me gustaría tanto recibir una señal tuya para saber donde podríamos reunirnos y conversar, talvez en una esquina cualquiera del arte, y beber una cerveza. Tu diras, cuentame, a
rotular como busqueda... y porque no? como una forma de ser, simplemente al pasar. A la busqueda de un arte mas autentico, decía el esceptico, son-riendose. encontremosnoono?
Imaginemos que cese toda hipocresía, bruscamente. Que cese también todo deseo de plagio. Que cese al mismo tiempo toda creación, porque toda creación, tarde o temprano se sabe destinada a lo repetitivo y a sus efectos de esclerosis. Lo que queda entonces por imaginar es a un artista sin obra, sin estilo, armado solo de su cuerpo paseándose por el mundo como no importa que otro cuerpo. Un ser que no es diferente, que no juega ya mas de la afirmación de su diferencia proclamada, apóstol militante de la singularidad, sino que por el contrario no teniendo nada que proponer mas que el mismo, espejo de todos los otros: cuerpos idénticos al primer cuerpo venido, proyectado en tanto que tal en medio de los otros cuerpos, sin el apéndice ni la prolongación de si mismo que representa la obra de arte, ese rapto de humanidad convertido en objeto. Este momento particular, lo llamaremos el tiempo del artista sin arte. Momento donde se hará la economía de la obra. Momento advenido de el no-arte como arte. ¿Que decir? Ya sea, se tratará de un rechazo del arte, de una renunciación razonada. O también, un acto tal de revocación del “objeto obra de arte” podría significar la ascensión a la fase última del estatuto del arte, aquella de su inutilidad, fase liberadora en el sentido que desprende el querer vivir de la pesadumbre convencional haciendo del imperativo de creación el modo superior de realización del ser. No la constatación de la impotencia advenida, sino que mas bien una liberación, el fin de un servilismo plurisecular. Ese momento en fin donde no hay mas necesidad de arte porque la vida misma deviene arte e inversamente. ¿Que puede el arte?, preguntamos mas arriba. Aquello que puede el arte, hoy día, del simple hecho que el continúe, se deduce del hecho que el no-arte todavía no haya advenido. Porque él continua valga lo que valga, inclusive contra la evidencia de el mismo, el arte prueba al menos que la vida no se ha realizado como plenitud. “Toda vida perfecta sería el fin del arte”, Robert Musil. En la ocurrencia corrijamos: toda vida perfecta no tiene necesidad del arte. Así el no-arte, que el advenga y se imponga, no sería necesariamente la negación del hombre consumido vía la negación del arte, su mas alta producción simbólica. “No-arte”, mas bien, podrá querer decir realización de una humanidad finalmente emancipada de esa apuesta de libertad absoluta que es el arte y que de larga data encarna y reconduce. El no-arte, mas allá del sofismo, es la vida preferida al arte, la vida sin ninguna necesidad de éste, vida mejor que el arte. La continuidad contemporánea del arte desde entonces, nos rinde prueba: el arte permanece porque la conquista de la vida perfecta esta a la orden del día.
No se, los Bartleby son demasiado atrayentes para mi, esas figuras con un deliberado gusto por lo incierto... y con respecto de discar esa dirección extraña que me dejaste donde hay unos operadores... En realidad, "preferiría no hacerlo"
Si la modernidad, a mínima, puede ser definida por la cultura del riesgo, la “post modernidad” supondrá al contrario el duelo del riesgo. Duelo, entendámoslo bien, de todo riesgo cualquiera sea este, que se comprenda como lo nuevo a todo costo o como la búsqueda, siempre aleatoria, de la utopía.
ResponderEliminarPara el artista de la edad contemporánea, en efecto, el riesgo parece una vieja, muy vieja historia. ¿Últimos riesgos artísticos? Piero Manzoni metiendo sus excrementos en conserva ¬ al menos eso es lo que pensamos ¬ y, por haber hecho pública su Merda d’artista, exponiéndose a un proceso? La Monte Young encendiendo un fuego en público para difundir el ruido en un micrófono (Composición nº 2, 1960)? Charlotte Moorman en concierto-acción, tocando el violonchelo con los senos al desnudo, el cuerpo forrado en un plástico transparente (Ópera sextronique, con Nam Jun Paik, 1967), postura que le valdrá dificultades con la policía? Chris Burden a comienzos de los años setenta, con Shoot, haciéndose disparar con una carabina, o también 747, acción durante la cual descarga un revolver tirando sobre un avión de línea aérea? Marina Abramovic con Ulay, en Light/dark, abofeteándose hasta el cansancio? Las locuras de Johannes Baader, de Arthur Cravan y de los surrealistas, muchos años antes, parecen ya nutridas de una subversión tal... Si modernidad y post modernidad divergen sobre un punto, es al menos éste: la parte de riesgo, dinámico, moderno, se conmuta con la edad contemporánea en nostalgia del riesgo. (6)
Esta nostalgia toma la forma
Conocí, brevemente, a una persona que aplicó otra táctica en el arte de fumar de otra manera, esta consistía en dejar de fumar todos los días del mes salvo el último. Ese día lo dedicaba casi completo solo a fumar, logrando consumir alrededor de 120 cigarrillos en 17 horas si era en semana y 170 cigarrillos en 20 horas si era fin de semana. En tiempos normales de fumador habitual consumía cajetilla y medía diaria, lo que en definitiva arrojaba, de lejos un consumo mayor. Pero lo mas significativo era el sistema establecido que permitió este logro. Una suerte de estrategia de la retención del placer de fumar administrado por una espera deliberada, que a medida que se acercaba fin de mes crecía en emoción. Esta emoción suscitada por la espera, me atrevo a pensar, es precisamente el momento de mayor sentido, la crispación insostenible de los últimos días, antes del desenfreno orgiástico de humo, revela la dimensión inagotable del hombre del presente a la búsqueda de una forma que confirme su existencia.
ResponderEliminarte quiero con mas fuerza cada dia
ResponderEliminarestoy pasando por un mal momento, de pronto veo con angustía que mi vida se derrumba. Debo ser fuerte.
ResponderEliminarquiero hablar contigo, podemos vernos? cuando y donde ya te diré No te preocupes, sabras como encontrarme, acuerdate de mis señales, son siempre tan particulares.
ResponderEliminarqueramoslo o no, esto va a suceder, lo importante será tener presente que esto es solo una locura pasajera y que ocurra lo que ocurra, tendremos que ser fuertes.
ResponderEliminarpues por la razón que sea (esa que no te quiero decir)te dejo
ResponderEliminarQuerámoslo o no, esto pasa a diario, es un lugar ya no común, sino universal, pero además, aplastante, si puedo decirlo, porque se pierden las posmodernas ganas de ser fuerte cuando ni siquiera hay utopías generadoras de sentido que insuflen -precisamente- fuerza a esas ganas de ser fuerte.
ResponderEliminarRespecto del arte del fumador(a): conocí el experimento de un ratón al que se situaba lejos de un trozo de queso. Se le iba acercando de modo progresivo y controlado, y su momento de mayor euforia era precisamente el momento antes de alcanzar el queso. Perdón la banalidad, pero creo que, después de todo, la euforia es algo tan animal. ¿Merecerá que la rotulemos como búsqueda?
Un abrazo.
Claro, es como querer aprender a tocar guitarra después de los treinte o cuarenta, las ganas posmodernas de querer hacer algo, no solo ser fuerte sino esa necesidad impenitente de desmarcare y sentirse que existes y que estamos lejos de haber agotado todas las posibilidades, como algunas niñas increiblemente guapas y que a pesar de todo se hacen un lindo tatuaje.
ResponderEliminarveamosnos o no?
Claro: la fe, esa insolencia. Esa insolencia que l@s dementes reivindicamos una y otra vez. Junto a las ganas de aprender a tocar un instrumento o muchos. De oír un piano y cantar a Ella o a Ellis, a Edith o a Caetano. De reafirmar, cantando con Creuza, que "a minha casa vive aberta".
ResponderEliminarY sobre lo otro: ¿Le pedimos al fumador de la historia que haga señales de humo por nosotros el último día del mes?
supongo que no, pero si me gustaría tanto recibir una señal tuya para saber donde podríamos reunirnos y conversar, talvez en una esquina cualquiera del arte, y beber una cerveza.
ResponderEliminarTu diras, cuentame,
a
rotular como busqueda... y porque no? como una forma de ser, simplemente al pasar. A la busqueda de un arte mas autentico, decía el esceptico, son-riendose.
ResponderEliminarencontremosnoono?
Imaginemos que cese toda hipocresía, bruscamente. Que cese también todo deseo de plagio. Que cese al mismo tiempo toda creación, porque toda creación, tarde o temprano se sabe destinada a lo repetitivo y a sus efectos de esclerosis. Lo que queda entonces por imaginar es a un artista sin obra, sin estilo, armado solo de su cuerpo paseándose por el mundo como no importa que otro cuerpo. Un ser que no es diferente, que no juega ya mas de la afirmación de su diferencia proclamada, apóstol militante de la singularidad, sino que por el contrario no teniendo nada que proponer mas que el mismo, espejo de todos los otros: cuerpos idénticos al primer cuerpo venido, proyectado en tanto que tal en medio de los otros cuerpos, sin el apéndice ni la prolongación de si mismo que representa la obra de arte, ese rapto de humanidad convertido en objeto.
ResponderEliminarEste momento particular, lo llamaremos el tiempo del artista sin arte. Momento donde se hará la economía de la obra. Momento advenido de el no-arte como arte. ¿Que decir? Ya sea, se tratará de un rechazo del arte, de una renunciación razonada. O también, un acto tal de revocación del “objeto obra de arte” podría significar la ascensión a la fase última del estatuto del arte, aquella de su inutilidad, fase liberadora en el sentido que desprende el querer vivir de la pesadumbre convencional haciendo del imperativo de creación el modo superior de realización del ser. No la constatación de la impotencia advenida, sino que mas bien una liberación, el fin de un servilismo plurisecular. Ese momento en fin donde no hay mas necesidad de arte porque la vida misma deviene arte e inversamente.
¿Que puede el arte?, preguntamos mas arriba. Aquello que puede el arte, hoy día, del simple hecho que el continúe, se deduce del hecho que el no-arte todavía no haya advenido. Porque él continua valga lo que valga, inclusive contra la evidencia de el mismo, el arte prueba al menos que la vida no se ha realizado como plenitud. “Toda vida perfecta sería el fin del arte”, Robert Musil. En la ocurrencia corrijamos: toda vida perfecta no tiene necesidad del arte. Así el no-arte, que el advenga y se imponga, no sería necesariamente la negación del hombre consumido vía la negación del arte, su mas alta producción simbólica. “No-arte”, mas bien, podrá querer decir realización de una humanidad finalmente emancipada de esa apuesta de libertad absoluta que es el arte y que de larga data encarna y reconduce. El no-arte, mas allá del sofismo, es la vida preferida al arte, la vida sin ninguna necesidad de éste, vida mejor que el arte. La continuidad contemporánea del arte desde entonces, nos rinde prueba: el arte permanece porque la conquista de la vida perfecta esta a la orden del día.
Paul Ardenne
Fue precisamente esa mirada, en el trayecto hacia tus ojos, que descubrí cuanto te amaba. Esa fuerza devastadora y absurda.
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ResponderEliminarNo se, los Bartleby son demasiado atrayentes para mi, esas figuras con un deliberado gusto por lo incierto... y con respecto de discar esa dirección extraña que me dejaste donde hay unos operadores... En realidad, "preferiría no hacerlo"
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